Lo que comenzó como una simple visita a un cultivo de banano en Ecuador terminó cambiando mi legado.
Me sorprendió ver una finca productiva, sin una sola gota de agroquímicos. Era algo que desafiaba todo lo que conocía. No entendía cómo se resistían a comprar los mejores productos de la multinacional de agroquímicos más grande del mundo, que yo representaba. Con genuina curiosidad, le pedí que me mostrara cómo lograba esos bananos de exportación de manera orgánica. No vendí ni un dólar. Pero esa visita despertó algo profundo en mi corazón: el propósito de mi vida.
Volví a casa con más preguntas que respuestas. Empecé a investigar, a estudiar, a visitar cultivos orgánicos, a hablar con agricultores regenerativos de distintos países. Hasta que al fin entendí lo esencial: la regeneración del suelo no solo es posible y necesaria, sino que era mi responsabilidad.
El suelo estaba vivo y no era un material inerte, como aún aseguraban los libros con los que estudiamos los ingenieros agrónomos. Cuidar el suelo es garantizar el sustento toda vida en el planeta y el único camino responsable es la agricultura que se preocupa por regenerarlo. El peso en mi conciencia no me dejaba dormir. No quería seguir vendiendo venenos, después de comprobarme a mí mismo que hay otro camino en la producción de alimentos. Tomé la decisión más difícil de mi vida: le expliqué mi conversión a la agricultura regenerativa a mi jefe y renuncié a la cómoda vida que representaba una alta posición en una multinacional.

Regresamos a Colombia y nos volvimos neocampesinos para ponernos en frente del proyecto de turismo regenerativo que habíamos escrito con mi esposa, Gina Zárate, hace 15 años: un hotel que produjera su propia comida.
Pero esta historia no comenzó allí. Empezó desde que era un niño en mi natal Buga, Colombia donde pasaba horas y horas al aire libre, explorando. Amo la tierra desde que no tengo memoria.
Desde los 5 años, mi plan favorito cuando no tenía clases era venir a esta finca, desde donde hoy les escribo. Amaneceres y atardeceres sin electricidad marcaban mis faenas ayudando a los agregados, que me cuidaban como a un hijo. Me encantaba venir acá, al Lago Calima, para cuidar los animales, nadar, trepar árboles, admirar las aves, cuidar los cultivos y escuchar la sinfonía del bosque y el viento. Como miembro de la Asociación de Científicos Juveniles pasaba noches enteras recolectando e identificando ranas en la Reserva Natural de Yotoco que compartía lindero con nuestra terreno. Soñaba que nuestra finca familiar fuera un lugar que conservara eternamente esa magia de la naturaleza. Que se convirtiera en un refugio donde las personas volvieran a conectarse con lo esencial y lograran regenerarse en espíritu, alma y cuerpo.
Ese sueño de infancia fue la semilla de lo que años más tarde, junto a mi esposa, haríamos realidad.
Así nació La Huerta Hotel, en las montañas del área rural del municipio de Yotoco que rodean el Lago Calima: un proyecto de turismo regenerativo, que une bienestar, turismo de naturaleza y propósito con legado.
Han pasado casi 10 años desde que comenzamos este camino y cada día reafirmamos nuestra convicción de la urgencia de un nuevo paradigma: un estilo de vida regenerativo para la gente, los ecosistemas, la cultura y las economías locales.
Desde el principio, todo lo que se produce en nuestra huerta es para consumo del restaurante y logramos hacerlo sin el uso de agroquímicos. En su lugar, imitamos los principios de inmunidad del bosque, dejando que el sistema inmunológico infalible de la naturaleza sea nuestro mayor aliado.

Hoy cultivamos más de 70 alimentos orgánicos, que abastecen nuestro restaurante farm to table, uno de los pocos con esta propuesta integral en Colombia. La mayoría de alimentos que no cultivamos los adquirimos de productores locales, a menos de 10 kilómetros a la redonda.
Pero vamos más allá del concepto de nuestra granja al plato. Ofrecemos experiencias que conectan con la tierra, la alimentación y la vida saludable. En nuestro Campo Escuela de educación experiencial investigamos en alianza con la Universidad Nacional de Colombia y ofertamos Tours, clases, talleres e inmersiones de salud, bienestar, agricultura regenerativa, turismo y gastronomía. Queremos llegar a producir 100 alimentos orgánicos, en 2028. Y estamos trabajando para que el cordero de La Huerta se convierta en uno de los platos insignia de nuestro restaurante. Criado con ética, cuidado y coherencia, como todo nuestro ganado, compuesto por ovejas, cerdos, vacas, gallinas, pollos y pescados.
Y es que la coherencia es una característica del turismo regenerativo, que busca dejar el ambiente y a la comunidad en mejores condiciones de como estaba cuando inició la experiencia turística. Nuestra granja orgánica captura más gas carbónico del que producimos con la operación hotelera basada en 9 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Hemos formado un corredor biológico desde nuestro bosque hasta la Reserva Natural de Yotoco, que ha permitido la recuperación de la población de pava caucana en más del 400%, según monitoreo de CVC y WSC. De hecho, en nuestro propio bosque no solo conservamos a esta aves diseminadora de más de 80 tipos de semillas sino a un poco más de 200 especies. Por ello, somos aliados de Colombia Bird Fair, desde sus inicios, 3 antes de que nuestra hotel fuera una realidad.
Pero nuestro mayor logro es la transformación social, pues no hay sostenibilidad posible sin gente que la inspire, ejecute y mantenga. Nuestra huerta hotel ha generado un cambio real en el tejido humano de las zonas rurales de los 3 municipios del Lago Calima: Yotoco, Restrepo y Calima Darién.
Hoy somos una comunidad de campesinos y neocampesinos anfitriones, quienes investigamos, sembramos, atendemos Recepción 24 Horas, arreglamos tus habitaciones, preparamos los platos de la carta, guiamos las experiencias turísticas y enseñamos cómo vivir un estilo de vida regenerativo.
70% de tus anfitriones son mujeres rurales que hoy lideran procesos con orgullo, talento y sentido de pertenencia. Ver cómo sus vidas también han florecido con este proyecto, me demuestra que valió la pena dejar una confortable vida en la ciudad. El verdadero lujo es nutrirse de la salud y el bienestar del campo. Hoy somos reconocidos como un espacio para eventos de las empresas más sostenibles, una escuela de la vida regenerativa, un espacio para aprender longevidad y por huéspedes que buscan descansar mientras reducen su huella de carbono. Un punto de encuentro para quienes quieren construir un mundo más justo, regenerativo y humano.
Creemos en el turismo que cuida, en la agricultura que sana, en el descanso que transforma. Y seguimos sembrando regeneración, con los pies en la tierra y la mirada en un horizonte esperanzador con el turismo regenerativo como herramienta de múltiple impacto.
Iván Castrillón Libreros